lunes, 30 de julio de 2007

cordura V

- La locura es la cordura de los incomprendidos.
- ¿Cómo? No lo entiendo.
- La locura... ¡¡¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!!!
- ¿Sabes? Creo que estás loco.

sábado, 28 de julio de 2007

ser o no ser

-Mira que eres de pueblo.

-¿Qué dices? Si soy diseñador gráfico. Escucho jazz, techno y a los White Stripes. Voy a festivales de música moderna, al teatro, a los cines donde pasan películas independientes en versión original. Leo a Auster, a Benacquista, a Cortázar. Todos los jueves ceno en restaurantes de diseño, me dejo una pasta y salgo con hambre pero no me importa. Compro mi ropa en tiendas exclusivas. Tieno un Mini de los nuevos. Hago la compra en el supermercado de El corte inglés. Paso horas delante del espejo, cuidando mi imagen estudiadamente descuidada. Tengo un fotolog, un blog y utilizo el Messenger a diario. Descargo series americanas en versión original. ¡Los americanos si que saben hacer series! Voy con mi Ipod a todas partes. Estoy en contra de los toros. Reniego de todo lo que huele a comercial. Soy un urbanita. Soy underground.

-Ya, ¿y cuándo vas a las fiestas de tu pueblo qué? ¿Qué haces entonces?

-No sé, bebo vinacho en tetrabrik y cerveza en vaso de plástico. Bailo los éxitos de Shakira y el último Reggaeton que suena en la radio. Babeo con las bailarinas de la orquesta. Corro delante de la vaquilla. Llevo la misma ropa roída tres días seguidos. Recorro las calles del pueblo en el Vespino de tu primo. Pido otra. Y otra. Y otra. Como bocadillos de chorizo frito. Meo entre los coches y vomito delante de mis padres mientras bailan un pasodoble. Pero eso es diferente. Las fiestas son para desmadrarse.

-¿Lo ves? Por mucho que intentes parecer lo contrario, eres de pueblo.

jueves, 19 de julio de 2007

repeto a la tercera edad IV

La semana pasada tuve que aparcar en el centro. Es imposible aparcar en el centro. Vi un hueco libre pasado un cruce. Una vieja se saltó un stop que me hizo frenar. La seguí con la esperanza de que pasara de largo el hueco. Aparcó. Tardó más de media hora. Por respeto a la tercera edad no le dije nada. Al pasar por su lado la vieja me miró y sonrió. ¡Puta vieja de los cojones!

Di la vuelta a la manzana. Volví a pasar al lado de la vieja que estaba intentando cerrar el coche. En ese momento un piano de cola cayó del cielo y destrozó el coche de la vieja. La vieja sufrió un infarto. Yo di otra vuelta a la manzana. Me paré detrás de la ambulancia que estaba recogiendo a la vieja. Al pasar la camilla por delante de mi coche la vieja me miró asustada. Yo la miré y sonreí. ¡Jódase, vieja del demonio!

Los de la tele local me entrevistaron. En mitad de la entrevista vi un hueco libre, arranqué el coche y conseguí aparcar. Durante el resto de la semana la gente me señalaba por la calle, me saludaba. Envidiaba mi fama y sobre todo que hubiera conseguido aparcar en el centro.

cordura IV

Cuando sale bueno, el mango es la mejor fruta del mundo . Pero es muy difícil que un mango salga bueno. Y cada vez que un mango sale malo, a mí me entran ganas de matar. Deberían inventar algo que me ayudara a dejar de matar. Por ejemplo, una máquina para hacer que los mangos siempre salieran buenos.

lunes, 16 de julio de 2007

delito prescrito

Han pasado 24 años. Creo que ya puedo salir a la calle sin miedo a ser detenido. 24 años es mucho tiempo. Me pregunto cuanto tiempo tardará en prescribir un delito por robo. No creo que la cantidad del botín tenga nada que ver. O sí. No estoy seguro. ¿Y si se me echa encima todo el cuerpo de policía nada más pisar la calle? Tendría que arriesgarme. Seguro que ha prescrito. Tiene que haber prescrito. Ha pasado mucho tiempo. Seguro que nadie se acuerda de los 3500 kilos de oro. Está decidido, esta misma tarde salgo a la calle.

He decidido empezar poco a poco. Iré caminando por el paseo marítimo hasta el supermercado, haré unas compras y volveré. Tengo que estar tranquilo. No puedo levantar sospechas. Siempre se me ha dado mal eso de disimular. Se me nota en la cara que soy culpable. ¿Y si me pongo gafas de sol? Eso siempre funciona en las películas. Además, es verano, todo el mundo lleva gafas de sol en verano, aunque esté nublado. Pues nada, me pongo las gafas de sol y una gorra. Espera un momento, si llevo gafas para qué me voy a poner la gorra. Es una estupidez. Nada de gorra. Lo que sí tengo que llevar es un calzado cómodo, por si hay que escapar a la carrera. Ya estoy listo. Allá voy.

Cojo parte del botín, salgo del apartamento y cierro con llave. Según dicen en la tele ha aumentado el número de robos en viviendas, sobre todo en chalets y apartamentos de veraneo. Me cruzo con dos ancianas. Es la primera vez que las veo en mi vida pero las saludo como si las conociera de siempre. Ellas me ignoran. Es buena señal, no me han reconocido o no se acuerdan de mí. Eso está bien. El paseo marítimo está bastante concurrido. Hoy no es un día de mucho calor y la gente ha salido a pasear. Los bancos están llenos de ancianos sentados encima de pañuelos de tela para no mancharse el pantalón y llevan hojas de periódico a modo de sombrero para protegerse del sol. Un par de inmigrantes marroquíes me ofrecen material audiovisual pirateado. Nadie me reconoce. Esto me da confianza. En un acto de osadía me quito las gafas de sol. El mar está azul. Me paro a mirar como un escultor en arena acaba su obra. No llevo nada suelto para darle. Una pareja de la guardia urbana camina hacia mí. ¡Joder! ¿Y ahora qué hago? Me pongo las gafas, empiezo a sudar. Los policías están cada vez más cerca. Me agacho para disimular. Hago como si me atara los cordones de las zapatillas. Pasan a mi lado y ni siquiera se molestan en mirarme. Menos mal. Acelero el paso y no me entretengo en mirar nada más. Si voy al supermercado, voy al supermercado, lo demás no importa.

Entro y cojo una cesta. Me dirijo directamente al pasillo de congelados. Cojo una pizza cuatro estaciones y voy hasta la caja. ¿Cuál elijo? Hay cola en todas. Bueno, la de la cajera más joven. Es la que tiene menos posibilidades de acordarse de mí. La cajera pasa la pizza por el escáner.

-3,50 por favor.

Saco mi parte del botín y se lo entrego a la chica. Me mira sorprendida. ¿Qué le pasa? ¿Por qué me mira así?

-Un momento, voy a ver si hay cambio en la oficina.

La cajera se va. La gente que espera a que me cobren se impacienta. Algunos se cambian de caja. En la calle suenan sirenas de policía. Aquí estoy seguro. No tengo por que ponerme nervioso. Dos coches de policía se paran en la puerta del supermercado. ¡Mierda! Cuatro policías entran y me apuntan con sus pistolas. Gritando me piden que levante las manos y me arrodille.

¿Qué ha pasado? ¿Si llevo las gafas de sol? Alguien se ha debido chivar. Ya está, seguro que la cajera está pluriempleada en al Casa de la moneda. De lo contrario no se entiende que haya reconocido el lingote de oro robado.

jueves, 12 de julio de 2007

cordura III

Yo colecciono huesos de aceitunas. No es fácil. Hace falta mucho tiempo y paciencia para encontrar un buen ejemplar. A pesar de lo que piensa la gente, creo que es apasionante y muy peligroso. Te puedes atragantar intentando conseguir una nueva pieza para tu colección. Una vez estuve a punto de morir.

respeto a le tercera edad III

El mes pasado tuve que coger el metro. Al llegar a mi parada me coloqué entre el tumulto. Las puertas se abrieron y la gente comenzó a salir. Cuando estaba a punto de bajar, dos viejas que esperaban en el andén subieron cerrándome el paso. Las puertas se cerraron y el metro arrancó conmigo dentro. Por respeto a la tercera edad no les dije nada. Las viejas me miraron y sonrieron. ¡Putas viejas de mierda!

El trayecto hasta la siguiente estación lo pasaron hablando de lo cara que se había puesto la vida, de la cantidad de delincuencia que asolaba las ciudades y de que la Viagra era el mejor invento de la historia. Antes de que anunciaran la parada, me pegué a la puerta. Las viejas se colocaron detrás de mí. Las puertas se abrieron y noté como me empujaban hacia dentro. Un tipo con muy mala pinta se metió entre la gente y de un preciso tirón le quitó el bolso a una de las viejas. Luego se dio a la fuga. Yo conseguí salir. Las viejas no. Gritaban y lloraban. Las puertas se cerraron y el metro arrancó. Me miraron a través de las ventanillas del vagón, yo las miré y sonreí. ¡Jódanse, viejas del demonio!

Los de la televisión local me entrevistaron. Durante un par de semanas la gente me señalaba, me saludaba. Incluso me hice alguna foto con varios fans en la parada de metro.

miércoles, 11 de julio de 2007

cordura II

La gente cree que estoy loco. Yo creo que es la gente la que está loca. ¿A quién se le ocurre salir a la calle sin llevar un embudo en la cabeza?

lunes, 9 de julio de 2007

el atraco perfecto

Entrar, coger el dinero y salir. Nadie tiene por qué enterarse de nada. Y luego, a disfrutar. Está todo planeado al milímetro.

Es la hora. Antes de salir a la calle miro el buzón, como hago cada día, no quiero levantar sospechas. Me enciendo un cigarrillo y camino tranquilo. Tengo la sensación de que la gente me mira. Es imposible, llevo dos semanas haciendo el mismo camino, cada día, a la misma hora. Para no levantar sospechas. Para crear una rutina. Me paro en el quiosco de Julián y le compro un cupón. En estas dos semanas Julián y yo nos hemos hecho casi íntimos, de hecho es la única persona con la que he hablado en estas semanas. Aunque es casi ciego y sería difícil que me reconociera en el caso de que algo saliera mal, he preferido curarme en salud y no contarle nada de mi infalible plan.

Nada va a salir mal. Llevo meses planeando el golpe. Está todo pensado, hasta el más mínimo detalle. Entrar, coger el dinero y salir. Sin violencia. Ni siquiera llevo pistola o cualquier otro tipo de arma. Llego a la parada del autobús con dos minutos de adelanto. Espero de pie a que llegue y subo. Pago el billete y me dirijo a la parte de atrás. Es más cómodo. Todo marcha según lo planeado. El autobús me deja en la puerta del banco a la hora prevista. Empiezo a notar un cosquilleo en el estómago. Supongo que es normal. Atravieso el vestíbulo despacio y llego hasta una de las ventanillas.

- Buenos días.
- Buenos días, esto es un atraco. No se ponga nerviosa y no pasará nada.

La cajera me mira con incredulidad. Estaba previsto, muy poca gente se atrevería a atracar el banco de España a plena luz del día.

- Meta 300.000 euros en esta bolsa y no pulse la alarma.

La chica obedece. Cierro la bolsa y salgo del banco, caminando tranquilo, como si no hubiera pasado nada. Doblo la esquina y me dirijo hacia la boca del metro. Para la huida es mucho mejor el metro. Además, llevo dos semanas cogiendo el mismo metro cada día a la misma hora.

Una sirena suena detrás de mí. Me giro como haría cualquier persona inocente. Los coches patrulla no se paran en el banco. Lo hacen delante de mí, cortándome el paso. De repente hay cuatro policías apuntándome con sus pistolas. Me piden que suelte la bolsa y que me tire al suelo.

¿Qué ha pasado? No entiendo como me han reconocido. Estaba todo calculado. Nada podía fallar. La ruta, el discurso, el disfraz de abedul. Ya sé. Seguro que la cajera dedica su tiempo libre a la botánica. Sólo una botánica experta es capaz de reconocer un abedul a primera vista. Cualquier otra persona, no experta, me habría confundido con otro árbol, un pino, un roble, incluso un abeto. Ese era el plan.

La próxima vez intentaré el atraco disfrazado de armadillo. Nadie sabe a ciencia cierta como es un armadillo.

domingo, 8 de julio de 2007

cordura I

Me encanta la horticultura. Y ahora que tengo tiempo libre, estoy de baja indefinida, me puedo dedicar a ello en cuerpo y alma. Lo que más me gusta plantar son ancianos. Los ancianos dan una de las flores más bonitas que existen. Ahora mismo tengo el jardín de casa sembrado de ancianos. Espero que para la primavera empiecen a florecer.

miércoles, 4 de julio de 2007

derechos y deberes I

- Buenas tardes, me gustaría matricular a mi hijo en su colegio.
- ¿Y por qué ha elegido precisamente nuestro colegio?
- Bueno, he investigado y creo que es el mejor colegio privado de la ciudad.
- Ha investigado bien. ¿Cuántos años tiene el chaval?
- 15 y es muy inteligente.
- Eso es una opinión bastante sujetiva, ¿no cree?
- Quizás. Soy su padre.
- ¿Dónde ha estudiado hasta ahora?
- En un colegio público. Nunca ha sacado menos de notable alto.
- Eso no es garantía de nada. Estamos hablando de la enseñanza pública. Hasta un mono con retraso sería capaz de sacar todo sobresalientes.
- Bueno, mi hijo no es un mono con retraso. El Ministerio de cultura le dio una beca para estudiar inglés en el extranjero.
- Ya. El Ministerio. Esa chaqueta, ¿la ha comprado en las rebajas?
- ¿Cómo?
- La chaqueta, tiene un corte... bueno, extraño.
- No sé que importancia tiene como voy vestido.
- No, no, a mí no me importa. ¿A usted sí? Yo creo que no, viendo como se corta el pelo.
- ¿Qué le pasa a mi pelo?
- Nada, nada, parece que se lo haya cortado un ciego con parkinson. Por cierto, tendremos que hacerle una prueba a su hijo. Nada, un mero formalismo.
- No creo que tenga problemas para superarla.
- Eso dicen todos. ¿Usted tiene estudios?
- Soy licenciado en telecomunicaciones. ¿De verdad eso importa? Es mi hijo el que va a estudiar en su colegio.
- ¡Ja! No vaya tan rápido. ¿En qué universidad estudió?
- En la Politécnica de Rabat.
- Vaya, así que usted es... no español.
- Soy español desde hace un año.
- Ya, ¿Y tiene trabajo? Quiere decir trabajo de verdad, no de camarero o en la construcción.
- Me está usted ofendiendo...
- Lo siento. Si no somos capaces de llegar a un acuerdo no podemos aceptar a su hijo en nuestro colegio.
- ¿Qué coño importa que usted y yo no nos pongamos de acuerdo?
- Eeeeeeh, la verdad es que nada, pero la actitud agresiva de un padre suele tranmitirse a los hijos. Muchas gracias por venir.
- Vale, vale, perdone. ¿Al menos le hará la prueba?
- No es necesario. Ya le he dicho que era un mero formalismo. Le acompañaré hasta la puerta. Ha sido agradable hablar con usted. Adiós y no vuelva.

- Hola, me gustaría matricular a mi mono con retraso en su colegio. He estado investigando y creo que es el…
- Bonita corbata.
- Gracias, la compré en mi último viaje a Londres.
- Oh, estupendo. Dígale a su mono con retraso que puede venir a recoger el material escolar cuando quiera.
- Oh, vaya. ¿Pero no tiene que hacerle una prueba de ingreso o algo parecido?
- No es necesario. Estoy seguro de que su mono con retraso se adaptará perfectamente a las normas de nuestro colegio.
- Muchas gracias.
- Gracias a usted. Y que Dios le bendiga.

Buenas noches.


"¿Discriminan los colegios concertados al alumnado inmigrante, gitano y con problemas?" 20minutos.es

martes, 3 de julio de 2007

respeto a le tercera edad II

Hace una semana tuve que coger el autobús. Para acceder al único asiento que quedaba libre, esquivé a dos viejos que estaban de pie en medio del pasillo, comentando lo bien que les había sentado la jubilación, que andaban varios kilómetros cada día, que la Viagra es el mejor invento de la historia. Tres paradas más allá uno de los viejos bajó del autobús sin despedirse del otro. El viejo que quedaba de pie se giró hacia mí y me miró. Yo lo miré. comenzó a toser y a golpear con el bastón en el suelo del autobús. La gente no tardó ni cinco segundos en comenzar a lanzar insultos sobre mí. Qué poca vergüenza. Como está la juventud. Por respeto a la tercera edad le cedí el sitio. El viejo me miró y sonrió. ¡Puto viejo de mierda!

El autobús chocó de frente contra un camión de la basura. Caí al suelo. No fui el único, el viejo salió disparado de su asiento y se partió el cráneo contra una de las barras del autobús, haciendo sonar el timbre que avisa al conductor que tiene que parar. Noté como me miraba. Yo lo miré y sonreí. ¡Jódase, viejo del demonio!

Fue la única víctima mortal del accidente. Los de la televisión local me entrevistaron. Durante toda esa semana la gente me señalaba por la calle, me saludaban. Incluso querían firmar en mi escayola.

lunes, 2 de julio de 2007

respeto a le tercera edad I

El mes pasado tuve que hacer un viaje a la ferretería. Estaba en la cola. Era el siguiente. Una vieja entró y sin preguntar quien era el último se dirigió al mostrador. Por respeto a la tercera edad no le dije nada, pero la habría matado allí mismo. La vieja pidíó, pagó, relató con todo lujo de detalles sus últimas visitas al ambulatorio, enumeró los últimos fallecimientos del mes y comentó que la Viagra era el mejor invento de la historia. ¡Puta vieja de los cojones! Por fin llegó mi turno, antes de poder abrir la boca empezó a sonar a todo volumen el último éxito de King África mientras de la trastienda salían el dueño de la ferretería, el presentador de la tele local, un cámara, un microfonista y unas azafatas rubias vestidas de brasileñas que bailaban como si estuvieran poseídas.

Era el cliente un millón. Me hicieron entrega de un cheque gigante que resultó ser un vale descuento del quince por ciento en complementos de jardineria. La vieja no había salido todavía de la ferretería. La miré fijamente, ella disimuló roja de envidia. No soportó la presión y nuestras miradas se encontraron. Y sonreí. Estoy seguro de qué entendió perfectamente el mensaje: ¡Jódase, vieja del demonio!

Durante varios días la gente me señalaba por la calle, me saludaba, incluso llegué a firmar algún autógrafo. La ciudad entera me admiraba, sobre todo cuando me veían con mis tijeras podadoras enganchadas al cinturón.

 
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