sábado, 25 de agosto de 2007

respeto a le tercera edad VI

Hace dos semanas tuve que ir de urgencias. Me dolía todo el cuerpo. La sala de espera estaba abarrotada. Vi una silla libre y me acerqué. Cuando me iba a sentar un viejo colocó su mariconera a modo de barrera. Por respeto a la tercera edad no le dije nada. Otro viejo salió del cuarto de baño y se sentó en la silla libre. Comenzaron a hablar de los amigos que habían muerto en el último mes, de lo mal que estaba la sanidad pública y de que la Viagra era el mejor invento de la historia. Al cabo de media hora los viejos se levantaron, se dieron un apretón de manos y quedaron al día siguiente en el mismo sitio, a la misma hora. Para qué ir al parque con lo fresquito que se está aquí. Los viejos me miraron y sonrieron. ¡Putos viejos de los cojones!

Una señora de la limpieza pasó fregando el suelo. El viejo que había impedido que me sentara resbaló y se estampó contra el suelo. Se partió la cadera y el fémur. Mientras dos enfermeros lo subían a una camilla. El viejo me miró con expresión de dolor. Yo lo miré, y sonreí. ¡Jódase viejo del demonio!

Los de la televisión local quisieron entrevistarme. Yo me negué. Me dolía todo el cuerpo. Dieron media vuelta, con mala cara, y se marcharon sin despedirse. Entrevistaron a la mujer de la limpieza. Seguramente durante el resto de la semana la gente la señaló por la calle, la saludó, y firmó algún autógrafo. Eso en el caso de que sepa escribir.

domingo, 12 de agosto de 2007

cordura VI

Todos los hombres tienen secretos. Yo también tengo secretos. Secretos inconfesables. Mis secretos. Y nunca se los contaré a nadie. Porque si algún día le cuento a alguien alguno de mis secretos incofesables, como que por las noches me visto con la ropa de mi mujer y salgo a la calle en busca de nuevas experiencias con hombres casados a los que depués de darles lo que no encuentran en casa tengo que matar, descuartizar y disolver en cal viva, tendría que matarlo. ¡Mierda! Ahora tendré que mataros. ¡Joder!

lunes, 6 de agosto de 2007

paranoia

Julián está sentado en una hamaca en la terraza de su ático. Está leyendo un libro de autoayuda para dejar de fumar. En una mano sostiene el libro mientras en la otra sujeta un cigarrillo que se consume poco a poco. Da una calada y lanza la colilla a la calle. La colilla cae en la cabeza del Imán de la mezquita del barrio. Su cabello empieza a arder. Corre de un lado a otro, apuntando los brazos al aire mientras grita en árabe pidiendo ayuda. Corriendo y gritando entra en la sala de espera de urgencias del hospital. El guardia de seguridad, que no acabó la EGB, llama por radio a la central, que está conectada directamente con la policía, y avisa de que un islamista radical envuelto en llamas acaba de irrumpir en la sala de espera de urgencias. Mientras, el Imán no encuentra su tarjeta sanitaria, por lo que se niegan a atenderle. En menos de cinco minutos el hospital está rodeado de policía, coches de bomberos y ambulancias. También las cámaras de varios canales de televisión se apostan en los alrededores del hospital. Todas las cadenas emiten en directo el supuesto atentado. En varias ciudades se montan manifestaciones de rechazo al terrorismo. El ministro del interior da una rueda de prensa pidiendo tranquilidad, el ministro del exterior, que está sentado a su lado, dice que llevan tiempo esperando una acción de este tamaño e importancia, el ministro del interior dice que sí, pero que no hay por que alarmarse. Mientras los ministros hablan, varios aviones del ejército despegan en dirección al país de origen del Imán. A ciencia cierta no saben bien cual es, pero seguro que está en oriente medio. El guardia de seguridad amenaza al Imán con la porra en una mano y un bote de espray de pimienta en la otra. El Imán muere a causa de las quemaduras repartidas por toda la cabeza. Julián termina de leer el libro. Está convencido que va a dejar de fumar. Enciende la tele, el presentador de telediarios con más credibilidad de la tele está informando de que miles de hombres, mujeres y niños, todos civiles, han muerto en oriente medio a causa de los bombardeos de varios aviones de las fuerzas armadas.


"Intensifican medidas de seguridad ante amenazas de inminentes atentados" Terra.es

jueves, 2 de agosto de 2007

respeto a le tercera edad V

La semana pasada fui a pasear. A las dos horas de andar estaba reventado y decidí sentarme en un banco del parque. Todos los bancos estaban ocupados por viejos. Hablaban de cuando eran jóvenes y perseguían a las chicas, de lo raro que estaba el tiempo y de que la Viagra era el mejor invento de la historia. Por fin encontré un hueco en uno de los bancos y me senté en un extremo. En el otro un viejo dormitaba. Me había tocado la parte del banco con sombra. El viejo despertó y me pidió si le cambiaba el sitio. Por respeto a la tercera edad se lo cambié. El viejo me miró, sonrió y siguió durmiendo. ¡Puto viejo de los cojones!

El banco estaba a la sombra de un pino. El viejo estaba empezando a roncar cuando uno de los pájaros cantores se le cagó en la calva. Despertó sobresaltado, se echó mano a la cabeza y se esparció la mierda. Me miró rojo de vergüenza. Yo lo miré y sonreí. ¡Jódase, viejo del demonio!

Esta vez nadie me entrevistó. Nadie me señaló por la calle, nadie me saludó, no firmé ni un solo autógrafo. Pero la sensación de que aquel viejo había recibido su merecido me bastaba para ser feliz.

 
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