jueves, 2 de agosto de 2007

respeto a le tercera edad V

La semana pasada fui a pasear. A las dos horas de andar estaba reventado y decidí sentarme en un banco del parque. Todos los bancos estaban ocupados por viejos. Hablaban de cuando eran jóvenes y perseguían a las chicas, de lo raro que estaba el tiempo y de que la Viagra era el mejor invento de la historia. Por fin encontré un hueco en uno de los bancos y me senté en un extremo. En el otro un viejo dormitaba. Me había tocado la parte del banco con sombra. El viejo despertó y me pidió si le cambiaba el sitio. Por respeto a la tercera edad se lo cambié. El viejo me miró, sonrió y siguió durmiendo. ¡Puto viejo de los cojones!

El banco estaba a la sombra de un pino. El viejo estaba empezando a roncar cuando uno de los pájaros cantores se le cagó en la calva. Despertó sobresaltado, se echó mano a la cabeza y se esparció la mierda. Me miró rojo de vergüenza. Yo lo miré y sonreí. ¡Jódase, viejo del demonio!

Esta vez nadie me entrevistó. Nadie me señaló por la calle, nadie me saludó, no firmé ni un solo autógrafo. Pero la sensación de que aquel viejo había recibido su merecido me bastaba para ser feliz.

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